Tiago, el orden de la pasión
Análisis de la importancia del mediocentro portugués en el Atlético del Cholo
Hubo una época, oscura, pasada, nebulosa, en la que el Atlético salía a jugar los partidos sin mediocentro, que es como salir a la calle sin llaves, cartera ni móvil, confiando en la providencia, en qué algo pasará, en que ya la enchufarán Hasselbaink, Torres, Agüero o Forlán. Tenía su punto de rebeldía el plantear los partidos con vértice en el ‘Pato’ Sosa, Carcedo, Wicky, Costinha o, incluso, Raúl García (un excelente llegador, nunca un constructor). Y así nos iba en la vida, deambulando por las competiciones a salto de mata, como unos calaveras que nunca acababan de ordenar su agenda, dependientes de la inspiración de los geniecillos que vivían en el último tercio de nuestro ataque.
Más de uno acabó en el diván de algún psicólogo, explicándole que, muchas noches, soñaba que estaba en la oficina y, de repente, se encontraba completamente desnudo de cintura para abajo, expuesto a las miradas de la sociedad biempensante y “tikitakera”. “Eso es inseguridad”, explicaba el profesional, “¿con qué mediocentro juega su equipo?”, añadía; “Ultimamente, con Maniche”, confesaba, entre lágrimas, el paciente; “Así no podemos continuar”, sentenciaba el psicólogo, “no avanzamos”.
Desde la llegada de Tiago en 2010, el Atlético ha encontrado un equilibrio en el centro del campo que le permite optar a todo lo que se proponga
Entonces llegó él. En el mercado de enero de 2010, muchas inseguridades empezaron a remediarse cuando Tiago, todo porte y sobriedad, apareció por el Manzanares, en vuelo directo desde Turín. De repente, redescubrimos el orden, el primer toque, la lógica, la línea recta. Se podía. Tiago, como uno de esos croupieres que siempre echan cartas buenas, empezó a repartir pases con sentido, a desahogar el juego, a asociarse. Siempre en el sitio justo a la hora exacta, con un puesto fijo en el primer palo de nuestros córners a favor. Igual te lloraba mientras 50.000 cantaban el himno tras una final perdida, que marcaba un gol antológico en Noruega, contra el Rosenborg, o cabeceaba en el Bernabéu el inicio de una remontada.
Tiago, que dedicó sus primeros veranos en el Atleti a negociar siempre una cesión más con la Juventus, propietaria, por entonces, de su pase. Tiago, que se equivocó (o le equivocaron) con una salida en falso, pero que supo rectificar a tiempo y hacerse personar partido a partido, pase a pase, carrera a carrera. Tiago, bálsamo de tantas cicatrices que cruzaban nuestro centro del campo desde que se fue Schuster. Tiago, capitán general del mejor Atlético desde los años 70. Tiago, en cuyos pies siempre es verano. Tiago, que ordena la pasión de este Atleti cholista.
Juan Esteban Rodríguez
@JuanesPREMIER
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Muy grande Juanes e inmenso Tiago